miércoles, diciembre 12, 2007

Otro Mundo es Posible y Necesario

Mónica Baltodano
Octubre 2007

I. Elementos Introductorios

1. Para mi es un honor ser parte del selecto grupo de expositores en esta Conferencia sobre América Latina, organizada por la Escuela Florestán Fernández del MST.

Quiero agradecer a la Universidad Federal Rural de Río de Janeiro, a la Universidad Federal de Ceará (Fortaleza), a mi amigo Joao Pedro, y a todos los que se empeñan en convocar periódicamente a estos encuentros que nos permiten conocerles, estudiar otras experiencias y reflexiones, y crecer en conocimientos y convicciones.

Como no existen interpretaciones, ni discursos políticos neutrales, queremos ser transparentes y exponer con claridad desde qué lado de la acera nos situamos. Cuáles son nuestras premisas, nuestros supuestos, en fin, nuestros intereses en estos asuntos.
En una ocasión preguntaron a Marx que si el podía describir el desarrollo futuro de determinadas situaciones y formaciones históricas, a lo que Marx respondió más o menos así: Yo no soy cocinero para ponerme a trabajar recetas del desarrollo futuro. Mi primera afirmación y supuesto es: no existen recetas. No existen tácticas, ni estrategias, ni predeterminaciones económicas o providenciales, que nos garanticen de previo, para todos los países de América Latina, cuál es el mejor y más seguro camino a seguir; y me alegra muchísimo, que yo no veo por aquí a ningún cocinero. Entonces, no hay recetas ni dogmas para la teoría y la acción revolucionaria. Lo que sí tenemos claro es una de las más grandes y sólidas verdades históricas, retomada y proclamada por el Che para todos los revolucionarios del planeta: “no hay más cambios que hacer, o revolución socialista o caricatura de revolución”.

Estas afirmaciones responden a mi modesta experiencia personal, como militante de la causa sandinista que abracé desde que tenía 15 años; de mis experiencias como organizadora de barrios populares, siendo para entonces miembro de los movimientos cristianos; y, desde luego, en el combate clandestino guerrillero. Tenemos el privilegio, también, de haber participado en tareas de conducción de una revolución triunfante, que se mantuvo en el poder como proyecto durante 10 años, a pesar del acoso y la guerra de agresión imperialista. Así como la experiencia adquirida desde la resistencia y oposición legal a los gobiernos neoliberales de los últimos 16 años.

Ahora, en Nicaragua, después de la victoria electoral de Daniel Ortega, no integro las estructuras del poder gubernamental. Soy parte de una corriente de luchadores sandinistas, que sin renunciar a nuestros principios y valores por los que una vez nos comprometimos, hoy tomamos distancia de muchas políticas, conductas y acciones del gobierno actual, y mantenemos, frente a éste, posiciones críticas desde la izquierda. Seguimos empecinados en contribuir a la edificación de ese otro mundo, de Justicia social y de libertad, que no sólo es posible, sino urgente para nuestros pueblos.

2. Decir que nos situamos en la orilla izquierda de la acera, nos permite hacer desde ya otra sugerencia: ya no se puede hablar de la izquierda, en singular. En el mundo contemporáneo - y lo vemos en Centroamérica, por las reflexiones compartidas con militantes de otros países-, no existe hoy una sola izquierda, como tampoco parecer haber una sola ruta en la lucha por el socialismo. Es decir, y es otra sugerencia, no existe una propuesta única e invariable para el socialismo del siglo XXI de América Latina. Tampoco existen sólo dos izquierdas, tal como se ha difundido desde ciertas posiciones liberales y socialdemócratas: Una supuestamente moderada, pragmática y democrática; y otra atrasada, populista y autoritaria.

Yo recuerdo que todavía hace algunos años con frecuencia tendíamos a reducir el concepto de izquierda limitándolo a ciertas fuerzas o partidos políticos. En Centroamérica habitualmente pensábamos que la única izquierda verdadera era aquella que luchaba junto a nosotros, con las armas en la mano. Otros pensaban que la única izquierda era la que luchaba desde las filas de los tradicionales partidos comunistas.

Los tiempos han cambiado. En Centroamérica y en el mundo, la izquierda está conformada por una gama amplia de fuerzas que van desde pequeños grupos radicalizados que actúan desde organizaciones no gubernamentales, en las organizaciones de defensa de los derechos humanos, feministas, ambientalistas, determinadas corrientes en sindicatos y gremios, notables intelectuales en incuestionable rebeldía con el sistema, pasando por articulaciones sociales de resistencia al neoliberalismo, movimientos sociales autónomos de los partidos, y otros movimientos políticos, hasta – desde luego - fuerzas partidarias legalmente constituidas, otras todavía en las montañas, como las FARC en Colombia. Y aún en el campo de los partidos o en las coaliciones y alianzas estructuradas para las contiendas electorales, se pueden encontrar variados matices de la izquierda. Para no mencionar procesos en marcha como el de Venezuela las revoluciones victoriosas de Cuba, Vietnam y, por qué no, de China.

Algunos interesados señalan que ya no hay izquierdas, ni derechas, y que de lo que se trata ahora, es de establecer agendas comunes por encima de las diferencias. Realmente para la derecha no es problemática la existencia de la izquierda en general, por ello es que se empeñan en clasificarla de manera simplista. Lo que les preocupa realmente, es la existencia de una izquierda insobornable, de una izquierda anticapitalista, de una izquierda guevarista que lucha desde todas las trincheras por el cambio radical del sistema.

Me he extendido en este aspecto, para señalar que no existe un izquierdómetro que indique, de manera doctoral y científica, quién es y quién no es de izquierda. Por ejemplo, algunos intelectuales, y mucha gente, piensan que en Nicaragua gobierna la izquierda; aquélla que dirigió la lucha y el poder revolucionario de la década de los ochenta. Y piensan que si cuestionamos ahora la gestión de Daniel Ortega, algunas de sus conductas y acciones, entonces somos sospechosos de ser de derecha. Yo creo que no pocas acciones de Ortega, distan de un verdadero revolucionario. Seguramente, otros tendrán experiencias parecidas. Las cosas ahora, no son tan diáfanas como antes.
II. El mundo que queremos cambiar y que ya estamos cambiando
1. Para situar ese otro mundo que queremos construir, debemos recordar que vivimos en una sociedad global profundamente inequitativa e injusta. Uno se pregunta: ¿Cómo puede esta humanidad, que ha sido capaz de grandiosos avances científicos y tecnológicos, seguir aceptando la muerte masiva de niños, por hambre, en muchas partes del planeta? ¿Cómo aceptar, como natural, la enorme concentración de la riqueza en pocas manos, a la par de la negación de los más elementales derechos, a millones de seres humanos? No vamos a repetir las cifras dramáticas que ya todos conocemos. Sin embargo, nunca es inútil recordar algunos trazos de nuestra realidad planetaria.
2. El trazo más importante: el incuestionable carácter hegemónico del sistema capitalista neoliberal, que se sostiene, a pesar de sus recurrentes crisis y señales de agotamiento, a través de: § Control casi unipolar del planeta; § Predominante fuerza económica y comercial; § Hegemonía cultural, influenciando a las fuerzas políticas y sociales del planeta a través de la lógica del pensamiento único; § Dominio y control de la ciencia y la tecnología; § Poderío ideológico, que se desprende de su gran poder mediático, y de los aparatos ideológicos de Estado, a su servicio; § Poder militar que le permite imponer su dominio, a través del uso de la fuerza, o de la amenaza del uso de la fuerza; § Imposición de su moneda, como reserva y medio de pago internacional; § Clara subordinación de la institucionalidad internacional y del orden jurídico mundial, a sus intereses.
3. Las grandes naciones imperialistas, a cuya cabeza se encuentra Estados Unidos, se organizan bajo la supremacía de los grandes capitales. No es cierto, como pretenden algunos, que hoy el capital no tiene fronteras, no tiene sedes, ni cabezas, ni responsables. “El 85 % de las multinacionales, empresas y bancos, están en manos de Estados Unidos y Europa. Y entre las 50 empresas más grandes del mundo, dos tercios son norteamericanas”. Como si fuera poco, para garantizar su hegemonía, Estados Unidos sigue expandiendo su poderío militar. Actualmente, por ejemplo, Estados Unidos tiene tropas en 180 países, y bases militares en 120 naciones del planeta[1].
4. Las consecuencias del modelo capitalista actual, son más que evidentes. A titulo de ilustración para ustedes, podemos decirles que en Centroamérica, 500 años después:
§ Nuestras sociedades padecen hambre, desempleo y miseria - junto a la violencia- social y doméstica. § Nos han impuesto un sistema económico y social, que sólo permite el disfrute de la vida y el bienestar, a un reducido 7% de la población. § Nunca se ha generado suficiente empleo; nuestros compatriotas han tenido que emigrar, o desfallecer, en la más absoluta de las miserias. Nicaragua, por ejemplo, mantiene más del 75% de la población, bajo la línea de la pobreza; y en los últimos años, han emigrado más de medio millón de nicaragüenses en edad de trabajar. En una población total de 5 millones, ¡esto es atroz! § El ajuste estructural, ha conseguido domesticar la macroeconomía de nuestros pequeños países, pero el crecimiento económico – cuando lo ha habido - solo ha garantizado el pago de la deuda externa y, desde luego, la de los banqueros nacionales. Los pobres, siguen esperando que la copa se derrame. § Los recursos naturales han sido apropiados o expropiados -a través de concesiones- a favor de las transnacionales, cerrando las posibilidades de su disfrute a las futuras generaciones. § La mundialización capitalista ha acrecentado la hegemonía del capital financiero en nuestros países. Ofreciendo ventajas únicamente a banqueros, comercializadores de nuestros productos primarios de exportación, importadores de los productos del primer mundo, transnacionales que se aprovechan de la mano de obra barata que ofrecen nuestros estados, a maquiladoras. § Los salarios para los trabajadores se mantienen congelados en un nivel precario, y el CAFTA (TLC con EEUU), tiende al desmantelamiento de las pocas conquistas laborales, expresadas en los Códigos del Trabajo. El CAFTA es la subordinación neocolonial de nuestras economías. Las perspectivas, en el marco del CAFTA, son la muerte anunciada para nuestras semillas, para la producción campesina y la pequeña industria. § El modelo depredador, ha acrecentado la vulnerabilidad de nuestras comunidades. Con frecuencia somos víctimas de las sequías, de las inundaciones, de terremotos y de huracanes, provocados por los desequilibrios ambientales que ha generado el productivismo, la búsqueda de la ganancia a cualquier precio, y la carrera desenfrenada por el consumo -de la que no escapan nuestras oligarquías locales-. § En resumen, en Centroamérica, la paz y la democracia política arrebatada con sangre a las oligarquías criollas y al imperialismo, están muy lejos de satisfacer las necesidades y expectativas de los pueblos de la región.
5. La hegemonía del capitalismo se sigue expresando en la reducida soberanía de nuestros Estados Nacionales. Desde hace un buen tiempo, ya no tenemos burguesías nacionales, sólo grupos de poder económico local, que operan subordinados y en estrecho vínculo con las transnacionales. Y, desde luego, tenemos la clase política criolla que se lucra de este estado de cosas, incluyendo vergonzosamente a algunos individuos que otrora fueron dirigentes revolucionarios.
En nuestros países, con frecuencia, se aprovecha el poder político para la construcción de capitales personales. Por ejemplo, las privatizaciones y las concesiones -mineras, madereras, energéticas, previsionales de seguridad social-, todas hicieron de funcionarios públicos, socios de las transnacionales, a través de testaferros. Esta es la experiencia que hemos vivido en Centroamérica: el uso del Estado y la función pública para la prebenda y la corrupción.
6. De la hegemonía del sistema, muchos desprenden de manera pragmática, la tesis de la inevitabilidad del capitalismo. El sistema ha mostrado una gran capacidad de acomodamiento, de hacer cambios y ajustes para revitalizarse, para aprender de sus críticos y adversarios, para superar una y otra vez sus crisis cíclicas y, sobre todo, para venderse como destino manifiesto e inexorable de la humanidad.
Desde Marx conocemos, científicamente, las contradicciones que genera el sistema y las razones que imponen la necesidad de su reemplazo. Igualmente sabemos, desde entonces, que éste sistema nunca caerá como una fruta madura. Desde siempre hemos sabido que la burguesía -como diría Néstor Kohan- no comete suicidio. Tal como expresó la Segunda Declaración de la Habana: “Se sabe que en América y en el mundo la Revolución vencerá, pero no es de revolucionarios sentarse a la puerta de su casa para ver pasar el cadáver del imperialismo. El deber de todo revolucionario es hacer la revolución”.
III. Rasgos de ese Otro mundo posible y necesario
1. Un proyecto de socialismo que recree los ideales de igualdad, justicia social y libertad que siempre nos han inspirado.
Estos principios, como se puede constatar, no pueden ser realizados a plenitud en el marco del sistema capitalista. Este sistema, por su esencia, por la composición de su ADN, produce desigualdad, injusticia, inequidad. Naciones Unidas ha informado que 854 millones de seres humanos sufren hambre en el planeta. Que más de 6 millones de niños menores de 5 años, mueren anualmente a causa del hambre. Que más de mil millones de seres humanos no tienen medios para auto sostenerse, y que viven como “sobrantes”, pues el sistema no tiene trabajo, ni lugar, ni promesas que ofrecerles. Es decir, se fue al carajo la más importante meta de los Retos del Milenio.
¿Y que decir de la libertad? Para el sistema la suprema libertad, a la que se subordina todo, es la libertad del mercado para los capitalistas, para los Estados del Norte y sus grandes corporaciones. Escuchen esta cita brutal de uno de los fundadores del neoliberalismo y que confirma lo que estoy diciendo: “Por tanto una defensa eficaz de la libertad (de mercado) debe ser necesariamente inflexible, dogmática y doctrinaria, y no debe hacer ninguna concesión a consideraciones de oportunidad. La exigencia de la libertad (de mercado) sólo puede ser victoriosa si se considera como principio general de la moral política, cuya aplicación en cada caso concreto no necesita ninguna justificación. El que determinadas metas deseables no puedan ser tal vez obtenidas más que mediante una limitación de la libertad no debe ser considerado como justificación suficiente de una tal limitación.”
“En estrecha conexión con esta fundamentación general de la libertad (de mercado) hay varias condiciones esenciales que las instituciones de una sociedad libre deben cumplir: la necesidad ineludible de la propiedad privada, la sujeción de todo uso de la coerción a reglas generales hechas públicas con anterioridad, la remuneración de todos los servicios según el valor del mercado, objetivamente determinable y no según el mérito subjetivo, siempre impreciso, y finalmente, el uso del mercado como medio de coordinación de los esfuerzos guiados por los conocimientos y deseos individuales de los distintos hombres”. [2]
Pero hemos de reconocer también que en las experiencias del socialismo real, estos valores fueron negados en la práctica o desnaturalizados sustancialmente. Se llevaron a su máxima expresión las restricciones a la libertad económica y política. Se pretendió una igualación forzada, desconociendo la diversidad y negando espacios a las minorías étnicas, a los derechos de la mujer, a las distintas opciones sexuales.
El nuevo proyecto de socialismo propugna por la igualdad, pero cuidándonos de que ésta no se contraponga al respeto a la diversidad. Incorporamos la idea de equidad, para enfatizar que se trata de igual condición a seres humanos, que son claramente distintos.
En ese otro mundo necesario, enfatizamos el principio de la libertad, pero con un contenido emancipatorio del ser humano, de liberación de las ataduras, dependencias, sujeciones, tanto sociales, económicas como políticas y culturales. No se trata de la mera proclamación de las libertades políticas, sino de crear las condiciones materiales y reales para ejercerlas a través del acceso a una vida plena.
Como dice el filosofo Sánchez Vázquez, la libertad y la justicia social deben estar indisolublemente unidas “pues, como demuestra la experiencia histórica, la exclusión de uno lleva a la ruina del otro. En verdad, no puede haber verdadera libertad en condiciones de desigualdad e injusticia social, como tampoco puede haber justicia social cuando se niega la libertad y la democracia”[3].
Debemos mirar con recelo la proclamación retórica del cambio social y de la lucha contra el poderío imperial, cabalgando sobre el irrespeto a la libertad, la democracia, y el Estado de Derecho. Así como hay que rechazar la propuesta de una sociedad emancipada, que no incluye una real y efectiva equidad de género y el respeto a la diversidad étnica, cultural y sexual.
2. Perseverar en el ideal de una nueva democracia.
Para el capitalismo, la democracia se reduce a ejercicios electorales periódicos y al funcionamiento formal de las instituciones. Si nos fijamos con detenimiento, constataremos que en esta sociedad el poder político se separó, desde hace mucho tiempo, de su única fuente de legitimación, el pueblo. El kratos, en la democracia liberal y burguesa, se separó definitivamente y para siempre, del demos.
Aún así, con demasiada frecuencia, prefieren la negación total de su democracia restringida, optando sin vacilaciones por la dictadura, cuando la democracia limita los intereses hegemónicos del capital y el libre mercado. Escuchen esta perla de los ideólogos del capitalismo en palabras de Robert Barro[4]:
“El efecto neto de una mayor libertad política sobre el crecimiento es teóricamente ambiguo. El análisis cuantitativo indica que el efecto global es ligeramente negativo pero no es estadísticamente distinto de cero. Parece que existe cierta relación no lineal que establece que un mayor grado de democracia aumenta el crecimiento cuando las libertades políticas son escasas, pero reduce el crecimiento cuando alcanza cierto grado de libertad.
Lo que subyace en esta relación es que las limitaciones al poder del legislador son un tema crucial cuando se trata de una dictadura absoluta; por lo tanto, en esta región un mayor grado de democracia afecta positivamente al crecimiento pero cuando la libertad política supera cierto nivel – que correspondería básicamente al análisis empírico de la situación de México o Taiwán en 1994 – mayores derechos democráticos crean una fuerte presión a favor de programas sociales de redistribución de la riqueza. Estos programas disminuyen los incentivos a la inversión y al trabajo, por lo que perjudican al crecimiento.
Los regímenes autoritarios pueden en parte evitar estos efectos adversos de la democracia. Además, no hay nada que, en principio, impida que un Gobierno no democrático establezca libertades económicas y garantice los derechos de propiedad. Un dictador no tiene que realizar una planificación centralizada de la economía. Entre los ejemplos recientes de autocracias que han aumentado las libertades económicas podemos citar el gobierno de Pinochet en Chile, la administración de Fujimori, en el Perú y, en menor grado, el gobierno del Shah en Irán, así como algunos regímenes pasados y actuales del Este Asiático.”
Por su parte, el socialismo real, con la bandera de la dictadura del proletariado, estableció un régimen burocrático que constreñía las libertades individuales, sustituyendo al pueblo por la burocracia partidaria, con todas las consecuencias conocidas. Pero, también es cierto, que la democracia liberal actual no puede garantizar jamás la igualdad, justicia y equidad.
El socialismo, que encarna nuestro proyecto, de “otro mundo posible”, se dota de mecanismos que profundizan el poder en manos del pueblo, a través de la renovada democracia participativa y directa de los ciudadanos. La democracia participativa, en la nueva sociedad política, se fundamenta en la inclusión de las masas en la toma de decisiones. Inclusión que supone un proceso de información, de apropiación de derechos, de formación ciudadana, y cambios culturales, y que incluye además, la rendición de cuentas -por parte de los administradores de los recursos-, así como una eficaz lucha contra la corrupción.
Lo que sí queda claro es que el autoritarismo, el caudillismo, el verticalismo, la negación del rol protagónico de la gente, es una aberración que termina por favorecer intereses de minorías enquistadas en los poderes del Estado y en los partidos. Las luchas por consolidar la democracia incluyente, y la institucionalidad a favor de nuestros pueblos, deben ser parte de ese nuevo mundo a edificar.
3. Otro mundo con una ética centrada en la vida.
En la lucha por la transformación progresista de la humanidad, ha florecido la heroicidad y la mística. La entrega sin límites a la causa, propició principios como honestidad, solidaridad, y ejemplaridad. “El revolucionario no sólo debe serlo, sino parecerlo”, decía el dirigente sandinista Ricardo Morales Aviléz desde las ergástulas de la dictadura somocista, instando a predicar con el ejemplo.
Son ciertos los extremos a los que se llegó con la conocida tesis de que el fin justifica los medios, y en nombre de la revolución y el socialismo, algunos llegaron al crimen y hasta el genocidio. Consideramos indispensable relevar el factor ético, como un asunto de primera importancia en la lucha por la construcción de una nueva sociedad. Para nosotros, la justeza de los medios -principio ético- es indispensable en la legitimidad de los fines.
Desde el movimiento feminista –por ejemplo- se puso siempre de relieve esta dimensión, cuando se reclamó que no se puede construir justicia y libertad en las calles, y oprimir en la casa. Demandamos que no se podía aceptar como militante a alguien que practicase la violencia doméstica.
Como dice Francois Houtart, “la lucha contra el neoliberalismo es el imperativo moral más importante. Se trata del nivel ético que tiene que orientar todos los otros y que constituye la base de cualquier izquierda”[5]. Sin embargo, a propósito de los cuestionamientos éticos que se hacen a Daniel Ortega, recientemente Houtart afirmó: “nunca he menospreciado la importancia de la ética, especialmente en política. Afirmé, sin embargo, que no podemos esperar que los cambios y las revoluciones sean hechos por ángeles. Esperaríamos hasta el fin del mundo”[6].
Este último tipo de consideración, nos han llevado en ocasiones a extremos inaceptables. Durante muchos años Stalin fue considerado un héroe revolucionario, pero ahora nadie duda de sus actos represivos y criminales, aunque los hizo en nombre del socialismo. Otro ejemplo, durante muchos años el PRI de México fue la contraparte de las organizaciones de izquierda en Latinoamérica. Su política exterior, bastante independiente de los Estados Unidos, llegó hasta considerarse progresista. Pero nadie duda que Salinas de Gortari y otros líderes de ese partido sean delincuentes de saco y corbata, y para nada progresistas o revolucionarios; aunque a Salinas de Gortari y sus políticas, un líder de la revolución sandinista hasta llegó a escribirle un libro apologético.
Nos preguntamos, ¿puede justificarse cualquier conducta moral, en nombre de la lucha contra el neoliberalismo o con el pregonado propósito de construir una sociedad más justa? ¿Puede una fuerza, o un militante de izquierda, asesinar, violar, agredir y aplastar a otras personas, constituir un liderazgo caudillista, convertir un partido en propiedad personal, y legitimarlo todo en nombre de la lucha contra el neoliberalismo?
Una vez Franklin D. Roosevelt, Presidente de los Estados Unidos, dijo que estaba consciente de que el dictador Anastasio Somoza era un hijo de puta, agregando: “pero es nuestro hijo de puta.” Pareciera que este criterio también opera entre algunos a la hora de medir a los dirigentes y sus allegados. No importan sus conductas, si son nuestros hijos de puta. Enfatizo con fuerza este tema, a la luz de nuestro propio debate en Nicaragua, porque puede ser de alguna utilidad para ustedes. Ricardo Coronel Kautz, dirigente del FSLN afirma que:
“… La política, no es más que el juego de la demagogia, la manipulación, el manoseo, el engaño, la venta de ilusiones, la trampa, el jueguito, la compra y venta de voluntades, el chantaje, el cinismo, las coimas, los pactos prebendarios, el nepotismo, la llamada corrupción, el abuso de la palabra y tráfico de influencias, la media mentira y media verdad, y todo lo demás. Y es que así es, no puede ser de otra manera, es algo consustancial e inextricable del sistema, es el juego del sistema, es el sistema.”
El FSLN, acepta Coronel Kautz, “ha tenido que aprender ese juego. . . Y ahora se molestan de que lo juegue mejor que sus maestros”. Y agrega: “Para el Frente ese aprendizaje es un riesgo grave porque ha aprendido algo fuera de su esencia, que logra resultados tácticos indispensables y que lo puede desfigurar permanentemente, pero que es necesario para sobrevivir. En otras palabras, si no lo hace, desaparece. De tal manera que en este juego, como en todos, también el fin justifica los medios” [7].
Para nosotros, la dimensión ética debe armonizarse con la lucha política en forma concreta, y la conducta personal de los dirigentes y militantes de un colectivo partidario o social, no puede ser un asunto secundario en la lucha. Y si tenemos dudas, ya que estamos en Octubre, a 40 años de su muerte en combate, preguntémoslo al Che.
4. Una nueva cultura política y Estado Laico.
Todos sabemos que el abandono de la teoría y la ética, ha permitido que se reproduzcan en nuestras fuerzas, los rasgos de la cultura política predominante, sus comportamientos y sus lógicas. Hemos sido presas de lo que mi compatriota Andrés Pérez Baltodano[8] llama, “el providencialismo y la cultura política pragmática resignada” y, y yo agrego, del electorerismo.
El providencialismo es absolutamente reaccionario, y mientras forme parte del imaginario de la gente, no es posible pensar en un verdadero proyecto emancipador. Porque el providencialismo parte de la convicción de que un ser supremo, ajeno a la gente, es quien determina el rumbo de las cosas. Mientras la mayoría del pueblo piense que sus condiciones, no son resultado de la acción concreta de los hombres –y de los sistemas por él construidos-, sino de un ser invisible y superior, no es posible que apueste a su transformación. La primera emancipación que requerimos, es la de la cultura providencialista, porque el providencialismo produce resignación y sumisión.
El pragmatismo resignado, “constituye la derivación política de la cosmovisión providencialista”, y se expresa, por ejemplo, en la conducta de dirigentes de izquierda -aunque desde luego nadie lo confiesa – que han terminado aceptando que no hay posibilidad de enfrentar con éxito, y superar al sistema actual, tenida cuenta de su aplastante superioridad material, económica y militar, y por lo tanto, lo único que podemos hacer es adaptarnos con cierta “dignidad”. “Atemperarse” a la situación. Muy simple. Procurar reformarla.
Para algunos, el FMI es esa nueva providencia a la que no se puede cuestionar. Podemos hacer planes contra el hambre, “pero los debe aprobar el FMI”. Debemos imprimir mayor sensibilidad social a la economía -se proclama-, pero sin querer, por lo menos, imaginarse una sociedad fuera de la providencia de la economía de mercado. La cultura política pragmática resignada y el providencialismo, se expresan con nitidez también en las relaciones con la iglesia; en el retroceso, de hecho, hacia un Estado confesional. En Nicaragua, por ejemplo, desde la Revolución Liberal a finales del siglo XIX, nuestro Estado se ha proclamado Laico. La Revolución Sandinista lo reafirmó en la Constitución, pero ahora con el gobierno de Ortega, hemos retrocedido hasta llegar a subordinar al Estado a los mandatos del Vaticano, en sus expresiones más reaccionarias.
La influencia de las iglesias, en particular de la alta jerarquía Católica, en las decisiones de políticas públicas, ha sido legitimado por la cúpula del FSLN. Hay que decir, con tristeza, que la actual conducción sandinista, en la práctica está convirtiendo al FSLN en un partido confesional. Todas sus actividades partidarias de alguna relevancia, están precedidas por los oficios y la bendición del máximo jerarca de la iglesia. El caso más patético y vergonzoso, es el del aborto terapéutico, que existía en Nicaragua desde el siglo XIX, y que fue eliminado de la legislación nacional por decisión directa y pública del Presidente Ortega y su esposa. Todo como humillante ofrenda a su política de contubernio con la jerarquía católica.
Este visión pragmática resignada propició que en nuestros países centroamericanos, salvo el honroso caso de Costa Rica, el reinado del consenso de Washington y sus políticas de libre mercado, se haya instalado, sin ninguna resistencia en las calles y en los parlamentos, a pesar del incremento de la presencia en espacios de poder, por las fuerzas de izquierda -tal como ocurrió en los últimos dieciséis años en países como Nicaragua-.
El electorerismo, por su parte, es la tendencia de las fuerzas políticas a destinar todos los esfuerzos exclusivamente en la lucha por los votos. Sería insensato desestimar los logros y potencialidades que significan las victorias electorales, de signo de izquierda, en Latinoamérica. Estas victorias abren las posibilidades de empujar una real unidad latinoamericana, para enfrentar en mejores condiciones, la dominación imperial. Estas victorias, deberían potenciar la construcción de una hegemonía popular, sobre la base de la conciencia crítica de masas, las transformaciones estructurales en la esfera de la economía, y modificar en nuestro favor, las relaciones con el capital, su mercado y sus instituciones internacionales.
Pero, igualmente sería insensato, centrar toda la energía de la acción revolucionaria sólo en ganar elecciones, y hacerlo al costo que sea. Deformación pragmática ésta, que ha debilitado a las izquierdas como proyectos alternativos en varios países, hasta el punto que: “… más que un viraje del hemisferio hacia la izquierda, estamos viviendo un trabajoso, contradictorio y resignado desplazamiento de la izquierda hacia el centro” [9]-en la opinión de Sanguinetti-.
IV. Elementos para la construcción de Estrategias de Cambio
Tomando como referencia nuestra modesta experiencia, queremos subrayar algunos de los elementos que consideramos vital retomar en una estrategia de lucha.
1. Enfrentar el proceso desideologización y reconstruir la teoría social para el cambio.
Desde el fetichismo de la mercancía en la producción, hasta lo más sofisticado de la hegemonía cultural, el sistema se dota de una inmensa maquinaria ideológica, actuando a través de todos los medios posibles, para domesticar nuestras conciencias.
La construcción de ese otro mundo, reclama de un pensamiento político –no necesariamente de un sistema acabado de ideas- que sintetice para las presentes generaciones, las aspiraciones de la izquierda hoy. Un cuerpo básico de ideas, coherentes y articuladas, que permitan desentrañar y explicar la realidad que nos acosa -con sus dramáticas cifras y funestas consecuencias- en términos económicos y sociales. Pero tan importante como desarrollar la capacidad de explicar la realidad, (no podemos convencer si no somos capaces de explicar), necesitamos sobre todo, una actitud practica de compromiso que entusiasme nuevamente a las masas, que inspire confianza y fortalezca el espíritu de lucha contra el sistema.
Una de las ideas que nos han vendido, es que ya no hay ideologías. Que el marxismo ha sido desechado por el fracaso del socialismo real. Suprimir el estudio del marxismo, por sus aplicaciones dogmáticas del pasado, ha llevado a muchos a abrazar, de manera encubierta, la ideología neoliberal y sus dogmas vivientes. Necesitamos regresar a la ortodoxia, a la ortodoxia del método desarrollado por Marx. Apropiarnos, como decía él, “del más grande misil disparado hasta ahora contra la cabeza de la burguesía”. Ello será de gran utilidad para identificar los nuevos sujetos del cambio, el desarrollo de los mismos y la actualización del pensamiento transformador.
No estamos hablando de construir guettos ideológicos. El espíritu critico y la actualización renovada de nuestros presupuestos teóricos debería, además, estar acompañada de una táctica política flexible, promotora del consenso y de la incorporación a la lucha, y de las más diversas expresiones de rebeldía posibles. Reitero: No existe un único camino en la lucha por el socialismo del siglo XXI en América Latina; pretenderlo sería regresar al determinismo, al mecanicismo y al dogmatismo, que hemos creído superar.
2. Reconocimiento y articulación de nuevos sujetos del cambio
En el pasado, la lucha por el socialismo descansaba en el proletariado, conducido por su vanguardia: los partidos comunistas o las organizaciones revolucionarias. La relación con las organizaciones sociales existentes, en especial los sindicatos, era de conducción. La vanguardia era la intérprete de los intereses de la clase social llamada a la emancipación de la sociedad en su conjunto. Ya en el poder, los partidos llegaron a confiscar totalmente la representación de los sectores, y a fusionarse en la estructura estatal, tal y como lo conocimos en el socialismo real.
Lo que vemos actualmente es que los partidos y los sindicatos tradicionales, se debilitan y sufren cuestionamientos de los ciudadanos. Mientras, nuevas practicas y nuevas formas de acción política, emergen con una gran diversidad de nuevos sujetos económicos, políticos, sociales y culturales. Alterándose, de una manera que parece irreversible, la realidad sociológica del mundo contemporáneo, con la consecuente pérdida del monopolio de los viejos sujetos, y las formas tradicionales de la acción política.
Desde los partidos, con frecuencia se piensa que para representar los intereses sociales, basta con incorporar a líderes sociales en cargos en el gobierno, curules en los parlamentos, o en las municipalidades. Esta ubicación de los principales dirigentes sociales en responsabilidades institucionales, o en los parlamentos, opera con mucha frecuencia como mecanismo de cooptación por el sistema, y ejerce su influencia en la mediatización de sus luchas.
La autonomía y real representación de los nuevos sujetos y movimientos sociales, es primordial. Aún en el caso de que partidos y coaliciones de izquierda ganen elecciones, y tomen la dirección gubernamental de un país, pues en las condiciones actuales, no son garantían de cambios reales. Aún más, los verdaderos y perdurables cambios, son siempre resultado de una construcción desde abajo, que incluye la participación activa y consciente del pueblo.
3. Reformas sí, pero con un horizonte de cambio revolucionario.
Uno de los grandes avances del presente siglo, es que estamos discutiendo, a nivel planetario, sobre alternativas al sistema de acumulación capitalista mundial, y su economía de mercado. Ya no se acepta que los únicos cambios, desde una perspectiva “pragmática, responsable y realista”, sólo deban restringirse al ámbito de la distribución, de políticas impositivas que graven los grandes capitales y en el fortalecimiento de políticas sociales, amortiguadoras de los impactos del modelo, etc.
En la disección de los problemas de la economía hay miles de voces, de intelectuales, de luchadores sociales, de líderes políticos, que han comenzado a poner los pies sobre la tierra. No hay posibilidad de conseguir la superación de la exclusión social y la pobreza, si no se cambia la economía capitalista por una distinta, que hasta ahora seguimos llamando socialista.
El punto de tensión actual estriba en las posibilidades reales y materiales de un cambio radical del sistema. Si llegamos a la conclusión de que ahora no podemos hacer otra nueva revolución, a la manera y con los métodos la década de los sesenta o setenta -aunque los niveles de inequidad, de injusticia, de escandalosas diferencias lo sugieran-, entonces, ¿que hacer?
No podemos quedarnos en la crítica, la indiferencia y el inmovilismo. Hay que proponerse con urgencia maximizar las contradicciones del sistema, presionando con la movilización de las victimas y afectados del sistema por conquistas parciales o reformas económicas, políticas y sociales, que se opongan a la ausencia de justicia social, democracia y libertad, teniendo como perspectiva en el horizonte, la transformación revolucionaria.
Estas transformaciones a perseguirse desde el interior del sistema por el procedimiento del acoso, la insubordinación y la lucha, reclaman la definición clara de una agenda articuladora de los múltiples actos de resistencia, desde la dimensión nacional a la global. Elaborar esa agenda es, sin duda, parte del proyecto colectivo a ser realizadas desde el poder, o desde la oposición, y en todo caso desde las calles y con la gente de los nuevos sujetos de cambio.
¿Contamos ya con una nueva y acabada propuesta económica alternativa al capitalismo renovado? Algunos especialistas piensan que sí. Que los avances del desarrollo científico, que la digitalización de los procesos económicos, que los progresos de la informática y la cibernética, han creado las condiciones para una gestión de la economía que ya no dependa del precio, ni de la oferta y la demanda en el mercado. Que ahora es posible una economía que base el intercambio en los principios de equivalencia, del cálculo del tiempo necesario para producir bienes y servicios. Que así se puede organizar el intercambio sobre bases justas, superando la arbitrariedad del mercado.
Según esta nueva propuesta, “el salario equivale directa y absolutamente al tiempo laborado. Los precios equivalen a los valores, y no contienen otra cosa que sea la absoluta equivalencia del trabajo incorporado en los bienes. De esta manera se cierra el circuito de la economía en valores, en lugar de precios. Se acabó la explotación de los hombre por sus prójimos” [10]. Son discusiones todavía muy complejas, que no todos entendemos, pero sin duda, alentadoras.
Mientras tanto, el Che, que dedicó tanto tiempo a los asuntos económicos, nunca perdió de perspectiva que no sería la informática y sus modelos posibles quienes resolverían el dilema de la humanidad. El Che, recordando la trascendencia de los aportes económicos de Marx decía: "el peso de este monumento de la inteligencia humana es tal que nos ha hecho olvidar frecuentemente el carácter humanista (en el mejor sentido de la palabra) de sus inquietudes. La mecánica de las relaciones de producción y su consecuencia; la lucha de clases oculta en cierta medida el hecho objetivo de que son los hombres los que se mueven en el ambiente histórico". En pocas palabras, dice el Che, no hay dudas, somos nosotros quienes tenemos el desafío de cambiar las cosas.
Quiero terminar y decir llena de optimismo: No hay duda que soplan vientos alentadores por todas partes. En nuestra América Latina, la Revolución cubana nos ha enseñado que no es cierto que el imperialismo sea invencible. No han podido, y quizás jamás podrán, con el pueblo cubano y su revolución. Desde Venezuela y su revolución Bolivariana, se levantan nuevos desafíos y esperanzas. El ALBA es, sin duda, su mayor promesa y compromiso con los pueblos de nuestra América. Con optimismo debemos asumir que, desde hace un buen rato, hemos salido de la postración y las lamentaciones, y que de nuevo se puso en agenda, la actualidad de la transformación progresista y anti-capitalista de la sociedad. Es decir, la actualidad de la revolución.

[1] Petras, Vasapollo, Veltmeyer, Casadio. ¿Globalización, imperio o imperialismo? Un debate contemporáneo”. Editorial Ciencias Sociales, La Habana. 2004.
[2] A., Hayek. Las Causas de la Constante Amenaza a la Libertad.
[3] Sánchez Vázquez, Adolfo. Presentación de su libro Ética y Política. La Jornada, México. 15 Agosto, 2007.
[4] Barro, Robert. El Poder del Razonamiento Económico. [5] Houtart, Francois. ¿Existe una Izquierda en Nicaragua? La Jornada de México. Octubre 26, 2006. [6] Houtart, Francois. MRS ¿derecha post-moderna? Artículo de Opinión, El Nuevo Diario. 24 de Julio, 2007. [7] Coronel Kautz, Ricardo. Política y Ética en Nicaragua. Artículo de Opinión, El Nuevo Diario. 25 de Septiembre, 2005. [8] Pérez Baltodano, Andrés. Entre el Estado Conquistador y el Estado Nación. Octubre, 2003. [9] Artículo de opinión, El tiempo de Bogotá. Marzo, 2006. [10] Arno Peters. Fin del capitalismo global. El Nuevo Proyecto Histórico. Espiral Editora S.A. México 1999.Pág.56.

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